Trabajar en mar implica vibración, salinidad, espacios reducidos y ventanas de mantenimiento limitadas. La tecnología que funciona en oficina no siempre resiste en plataformas y embarcaciones. Por eso, la arquitectura debe privilegiar equipos industriales, gabinetes sellados y rutas de comunicación redundantes. Un backbone con enlace principal (microondas o satelital) y failover automático asegura que los servicios críticos sigan disponibles ante una caída.
La LAN interna se diseña con switches industriales y VLAN separadas para operación, CCTV y administración. El sistema de videovigilancia requiere cámaras IP con housings marinos y almacenamiento local; cuando el ancho de banda lo permite, el video se sincroniza con tierra de forma diferida. En energía, los UPS online protegen equipos sensibles de picos y cortes, mientras que los supresores y una correcta puesta a tierra reducen fallas prematuras.
El acceso remoto debe ser seguro y auditable. Túneles con cifrado fuerte y listas de permitidos, junto con monitoreo centralizado de logs y métricas, permiten detectar anomalías antes de que se conviertan en paros. Mantener un pequeño stock de repuestos críticos a bordo —y una bitácora de incidentes— acelera la recuperación cuando las condiciones climáticas impiden el traslado inmediato de personal.
Buenas prácticas que marcan diferencia:
- Cableado y conectores con grado marino (IP/NEMA) y tratamiento anticorrosivo.
- Gabinetes sellados con control de temperatura y filtrado de aire.
- Auditorías trimestrales: limpieza, revisión de corrosión, parches y prueba de failover.
Un despliegue típico se organiza en fases: evaluación de sitio y riesgos, instalación de cableado/antenas/UPS, configuración de red y CCTV, y capacitación del personal. La documentación final —planos, contraseñas en bóveda y procedimientos de contingencia— cierra el ciclo y asegura continuidad en turnos y relevos.
